Columna del sábado – FM Radium 91.3, Mendoza
Por: Fran Gonzalez Antivilo (Ing. Agrónomo vitícola – Tec enólogo)
Muy recientemente salió publicado en los medios mendocinos un informe de la COVIAR (corporación vitivinícola argentina) referido a las costumbres y tendencias del consumo de vino en la Argentina. Si no lo sabías en nuestro país se consume el 75 % del vino producido por lo cual la industria está atenta a los cambios que puedan suceder en el mercado local ya que impactan en el corazón de la industria. Esta bebida está instalada en la mesa familiar argentina (si lo sabremos los cuyanos…), pero el consumo en los últimos 25 años ha caído considerablemente, especialmente porque ha cambiado la frecuencia del descorche (tema ya hablado en columnas anteriores).
El mencionado informe presenta datos que ponen blanco sobre negro las tendencias, las costumbres del cliente y el enfoque glamoroso del marketing que rodea a la bebida. Tal vez muchos de nosotros cuando pensamos en vino, pensamos en una copa de cristal, una comida para maridar y un vino con buen color, concentrado, taninos agradables, etc, etc. Pero pareciera ser que la realidad de la bebida es muy diferente. Tal vez el dato más resonante del informe es que 6 de cada 10 argentinos mezclan el vino con algo, ya sea con hielo, soda, jugos y hasta gaseosas. Otro dato de interés es que más del 80 % del vino que se vende en la Argentina es de menos de $ 37, y este segmento representa la importante suma del 65 % de la facturación total de la industria.
Entonces me pregunto: ¿Será que por estas diferencias entre la imagen proyectada y la realidad del consumidor de a pie es que ha bajado el consumo de vino? ¿Se puede llegar a posicionar al vino como un compañero cotidiano sin perder su magia? Son preguntas que hoy no se pueden responder pero que seguro hay mucho por trabajar puertas adentro de la industria no solo local sino mundial. Las sociedades cambian a un ritmo vertiginoso, y no queda exento de ello la forma de consumir vino, tanto en frecuencia, momento y modalidad. Un cierto porcentaje de los consumidores saben, disfrutan y comparan vinos y es necesario que parte de la industria se enfoque en ellos y sus necesidades, pero también es saludable que haya opciones y estrategias para los que no son “ortodoxos” del vino sin necesidad de que sean vinos malos, sino vinos ajustados a otros usos y requerimientos. Dice la famosa frase “sobre gustos no hay nada escrito”. Y lejos de ser una desventaja se abre una gran gama de posibilidades para la industria.
De estos datos, que generan un desafío mirando al futuro, se desprende una disrupción entre la experiencia que se pretende proporcionar al cliente y lo que el cliente hace en su fuero más íntimo. El marketing del vino en general ofrece reglas, ceremonias que van apuntados a la pequeña cúspide de consumidores de una pirámide con una ancha base. A veces da la sensación que muchísimos litros de vinos premium quieren pasar por el estrecho ojal de una aguja, y por supuesto que muchos de esos litros se quedan en la bodega porque hay más oferentes que compradores de vinos alta gama, por lo menos en nuestro país.
En una segunda lectura el mundo del vino en general plantea una estricta forma de relacionarse con la bebida pero el consumidor, o por lo menos, la mayoría de ellos, prefiere algo más libre y relajado, sin reglas.
Desde el fondo vitivinícola se ha intentado llegar a todo el público haciendo campañas publicitarias como “el vino nos une” o “y dale alegría a mi corazón” donde se convocó a músicos de todos los géneros, y donde se pueden ver copas, vasos y pingüinitos en la mesa con el fin de afianzar la pluralidad de la bebida. Tal vez sea momento de retomar ese camino o darle más envión porque independientemente de las costumbres del consumidor es nuestra bebida nacional que genera trabajo directo e indirecto y es parte indisoluble de la cultura del país.
Como dice el spot publicitario “brindo por lo que caiga hoy en el vaso” y por un futuro próspero para la industria, aunque conlleve cambios y un transitar por un camino nuevo. Entonces, ¿como cierro esta columna? Bueno, como empezó… “Como más le guste pero que sea vino”.
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