Aunque parezca que el Malbec siempre fue nuestra variedad «bandera», que existían una gran cantidad y variedad de vinos premium y que muchas bodegas siempre fueron magníficas obras de arquitectura, la verdad es que esa es la historia reciente de nuestra vitivinicultura que está cargada de tires y aflojes mas o menos conflictivos entre los distintos eslabones de la cadena productiva y el consumidor. La etapa actual, no tiene más de 15 años en una industria que arrancó hace mas de 4 siglos por nuestras tierras, y hoy se encuentra en una gran crisis. Lo cierto es que en cada una de estas crisis hay ganadores y perdedores y re-acomodamiento de las fichas.
Como ya he comentado en otras columnas la vid llegó por aquí de la mano de la iglesia que necesitaba de un insumo básico para celebrar su liturgia: el vino. Así se implantaron los primeros parrales y se comenzó a comercializar vino al resto del virreinato en vasijas de cuero transportadas en carretas. Por esos años los vinos se hacían de variedades «criollas», que hoy se las considera de baja calidad enológica, pero que en ese tiempo era suficiente.
La historia siguió a paso tranquilo hasta que llegó a nuestras tierras el citado Amado Pouget, agrónomo francés, que trajo y difundió variedades de su país natal. Esto generó un nuevo panorama en los viñedos de la zona y rompió con el monopolio de las variedades criollas. Por esa fechas existía otra llegada de variedades de vid bajo el brazo de los inmigrantes de las penínsulas ibéricas e itálica. Esta etapa se corresponde entre el 1850 y 1900.
Para este momento ya se podían encontrar variedades como Pedro Gimenez, Chardonnay, Malbec, Cabernet Sauvignon, Barbera D’Asti, Bonarda, Moscatel de Alejandría y muchas más. Este panorama se mantuvo bastante estable a través de casi todo el siglo XX, pero con predominancia de las variedades de más altos rendimientos como las criollas y Pedro Gimenez.
Estos inmigrantes del comienzo del siglo pasado se instalaba a nuestras tierras para trabajar de la producción de viñedos (que generalmente era lo que hacían en su país antes de subirse al barco). Con una «finquita» de dimensiones moderadas, que generalmente rondaban entre las 10 y 20 ha, les alcanza para vivir y crecer económicamente. Por otra parte los viñedos eran de utilización de mano de obra intensiva por lo que generaba un circulo económico virtuoso. Muchos historiadores hablan de la clase media rural.
Pero alrededor de la década del 30′ las cuentas de la industria se vivieron abajo por sobre producción, así comenzó una profunda crisis en el sector. Por aquellos años se derramó vinos en las acequias, se erradicaron viñedos y hubo una convulsión social. Con el correr de los años la industria se estabilizó por una baja de la producción y un aumento del consumo.
Por allá por los años 70 en consumo de vino per cápita era cercano a los 90 litros/año y con preferencia de vinos blancos. Tan fuerte era esta tendencia que se injertaban o directamente arrancaban variedades tintas. Incluso se llegó a hacer vino blanco de uva tinta (esto se puede hacer si se separa la piel del mosto al principio del proceso). Si bien el consumo interno era alto, la calidad de los vinos, en general, dejaba mucho que desear por ser de bajo color, poco concentrados, «chatos» de aromas y hasta con acidez volátil alta.
Este modelo socio-productivo se centraba en mucho volumen, baja calidad, y destinado al mercado interno. Pero en la década de los 80′ una nueva crisis azotó al sector, otra vez lo mismo, sobre producción. El consumo de vino cayó sostenidamente (y lo sigue haciendo) acrecentando la crisis del sector, lo que fomentó una transformación de la industria.
Esto sucedió a mediados de la década del 90, con un modelo que se dio a llamar «reconversión vitivinícola». Básicamente el problema era que había mucha uva de baja calidad y que no se exportaba (por aquel entonces solo el 2 % salía de la Argentina). El plan fue obtener uvas de alta calidad para lograr mejores precios y exportar más (hoy cerca del 25 % es exportable). Así en estos años se arracaron plantas (120 mil ha), se injertaron e implantaron nuevas variedades. Recién en esta parte de la historia aparece el famoso Malbec que pasó de ser una uva así nomas a convertirse en la estrella absoluta, ganando el primer lugar en superficie de uvas tintas (se implantaron aproximadamente 20 mil ha en los últimos años).Por supuesto también cambiaron los patrones de calidad enológica y agronómica, la tecnología de producción en bodega y fincas (por ejemplo se extendió el uso de espaldero y riego por goteo). Incluso se comenzó a practicar turismo enológico.
La década del 90 y los primeros años del 2000 se caracterizaron por un modelo de apertura y desrregulación económica y una fuerte devaluación que incentivó la incorporación capitales extranjeros al mapa de nuestra viticultura, ya que les fue sumamente barato comprar en un país devaluado y en crisis. Muchos de estos capitales trajeron consigo los magníficos diseños de bodegas y las áreas de turismo con restaurante, concepto que no era común hasta el momento.
Pero existieron otros cambios que parecen un detalle pero que en realidad cambiaron las fuerzas en la cadena de la industria. Muchas empresas de «buenas espaldas económicas» comenzaron a involucrarse en la producción primaria, comprando sus propias fincas de grande extensiones (más de 100 ha) y ampliando la frontera productiva (especialmente en Valle de Uco). Este modelo tiene la tendencia de producir las mejores uvas en viñedos propios y comprar lo restante a los productores vitícolas tradicionales, esto se llama compra a terceros. Según los Centros de Desarrollo Vitícola (programa conjunto entre COVIAR-INTA) disminuyó en un 20 % la cantidad de productores por «quiebra»entre el 2002 y el 2008 (y es una tendencia que continúa ya que se consideran como productores en situación de vulnerabilidad a unos 5000) , pero en el mismo periodo las finca con más de 100 ha aumentaron 28 %. Esto no es otra cosa más que la concentración de la riqueza
Según el observarorio vitivinícola, el 2016 es el año con menor consumo de las últimas décadas, han disminuido las ventas tanto en mercado interno como las exportaciones. Antes de la última vendimia muchas bodegas tenían la piletas llenas todavía y se estuvo hablando de excedentes de producción como la causa de todos los males. ¿Hasta cuando va a bajar la producción de vino para que la cantidad no sea la causa de la crisis? Con 90 litros por persona/año la causa fue el stock de vinos, con 60 también lo fue y hoy con solo 20 litros, lo vuelve a ser. Para mi que la falla está en otro lado. ¿No será que no se está fomentado el consumo a diario? No losé, es solo una opinión.
Tal vez sea momento de aprender de la historia porque como viene la mano cada vez se queda más gente afuera de la viticultura argentina. Pero se la sigo después. Disfrute del fin de semana y tome vino que hace muy bien.
Fran
[Ingeniero Agrónomo – Técnico enólogo] – Mendoza, Argentina.
Foto portada: https://mendozantigua.blogspot.com.ar/2016/07/finca-y-vinedos-de-la-senora-narcisa.html