Insisto en esta idea. Hoy el mundo cambia muy rápido, la publicidad es avasalladora, las tendencias nos dominan. En ese marco pareciera que la historia del vino de alta gama, las bodegas bien presentada, los terruños famosos de elite, la elegancia de servicio, una ciudad sin viñedos ni bodegas cercanas, etc, son la norma, lo que siempre fue. Pero no. Esos son solo los últimos 15 años de la historia de un pueblo que tiene más de 400 años de relación con la vid. Las crisis vitivinícolas trajeron cambios estructurales en la provincia, y de eso se trata la columna de hoy.
Los mendocinos citadinos que tienen más de 50 años recordarán perfectamente que grandes zonas del Gran Mendoza eran viñedos en plena producción. ¿Ejemplos? Inmediaciones de lo que hoy es acceso sur en Godoy Cruz, Carrodilla en Luján, Villa Nueva en Guaymallén, Luzuriaga en Maipú, Panquehua en Las Heras. Básicamente el casco de la ciudad era un mosaico entre viñas y casas. Los que estamos más cerca de los 40 tenemos vagos recuerdos de esa imagen, por que conocimos a los viñedos abandonados o como grandes baldíos. Pero los sub-30 ya no comparten esa parte de la historia de la ciudad ya que se ha formado un inmenso casco de cemento donde no quedó lugar para la uva.
De ahí que se acuño la frase de los abuelos «todo esto era viña». Hoy solo quedan pequeños lunares tintos en la ciudad que han resistido el embate de los negocios inmobiliarios. En Guaymallén a unos metros del Walmart hay uno de ellos, en la calles Gabrielli y Paso de Maipú otros viñedos chiquitos, algo en la calle Araoz de Luján, pero en Godoy Cruz tal vez ya no queda ninguno. Hoy, esos viñedos sobrevivientes conviven con problemas de logística pero también con restricciones a las curaciones de las enfermedades típicas del viñedo ya que se encuentran a pocos metros de viviendas.
A principio del siglo pasado cuando se pensó en la infraestructura transportista de la provincia se trabajó la idea de facilitar la actividad de vitivinícola. Tal vez no lo ha notado, pero los que hoy son famosos y estrechos carriles como el «Godoy Cruz» en Guaymallén, el «Cervantes» o «San Martín» en Luján, el «Sarmiento» en Godoy Cruz, el «Ozamis» en Maipú fueron pensados para el flujo de insumos y vinos desde y hacia las bodegas. Todos estos pasaban por la puerta de innumerables bodegas, y que hoy por crecimiento de la población y el parque automotor se han quedado muy chicos, casi intransitables. Otro ejemplo de ello es que muchas de nuestras calles llevan el nombre de bodegueros de aquella época (la mayoría inmigrantes europeos) como por ejemplo Rufino Ortega, Honorio y Julian Barraquero, Gabrielli, Arizu, Tiburcio Benegas, Vicchi, Gargantini, Pascual Toso, Tirasso. Hay más pero se me acaba la columna.
Lo mismo pasaba con el ferrocarril, que llegaba hasta la bodega de los Gonzalez Videla en Las Heras, atravezaba todo Godoy Cruz (con un brazo que incluso llegaba al interior de la Bodega Tomba o Globo), pasaba por lo que hoy es el centro deportivo y juegos «Estación Benegas» y seguía derechito hasta Bodega Giol en Maipú. De todo eso solo queda la marca histórica de las vías, que seguramente cruzamos tantas veces al día pero que no asociamos a un pasado vitivinícola inserto en la ciudad.
Muchas de estas grandes bodegas del siglo pasado atravesaron grandes crisis vitivinícolas como la de los 30’s, 70’s y 90’s por lo que fueron perdiendo pujanza hasta quebrar. Hoy, estos edificios abandonados son víctimas de nuestra indiferencia. Bodega Arizu en el corazón de la ciudad de Godoy Cruz, construida en el siglo XIX se la declaró patrimonio histórico pero sigue esperando una puesta en valor. Bodega Tomba hnos, por cuestiones familiares quiebra y fue comprada por el grupo Globo que posteriormente también quiebra, dejando un inmenso terreno a solo metros de la plaza departamental de Godoy Cruz. Clos de Chacras en el corazón de ese distrito lujanino, que si bien sigue produciendo, tiene un terreno y una bodega inmensa que hoy no se usa como hace unas décadas atrás. Bodega Tonelli en el carril Sarmiento de Godoy Cruz, llegando al distrito de Luzuriaga en Maipú. La bodega de Honorio Barraquero que funcionaba cerca del actual casino de la provincia pero que luego de un incendio con daños totales y una crisis posterior cerró sus puertas. Son solo ejemplos de esos gigantes de la historia del vino que sucumbieron a las crisis.
En otra columna ya vamos a hablar de grandes bodegas rurales que sufrieron la misma suerte del destino y la economía pero que tuvieron una muy fuerte impronta en la historia de la provincia como fueron Gargantini, Titarelli y Giol (las dos primeras representantes de los años dorados de Rivadavia y la otra de Maipú). Tan grande llegó a ser la bodega de Juan Giol que tuvo galpones de fraccionamiento impresionante mente grandes en pleno Palermo de Capital Federal (donde hoy funciona el polo Científico-Tecnológico).
¿Pero quedó alguna bodega en la ciudad? Si! Escorihuela, Navarro Correas, Santa Ana, Lopez, Los toneles, Bodega Vintage (ex Bodega Piedralba), Dos familias (Molino Solanilla – Estrella que en sus inicios fue un molino de trigo), Bodega Polo en Carrodilla, Cavas de Weinert en Chacras de Coria. Tal vez algún par más, pero nada más.
Indudablemente las bodegas tuvieron un rol urbanizador en la Mendoza del siglo pasado ya que generaban puestos de trabajo, traían consigo todos los servicios y calles. De hecho las casas cercanas a las bodegas tenían mayor precio de mercado, por los motivos anteriores y por el prestigio que significaba estar en las cercanías a una bodega.
Lamentablemente hoy estamos en las puertas de una nueva crisis vitivinícola. Los pequeños productores están vendiendo sus fincas (concentración de la tenencia de la tierra), un mercado interno desplomado, las exportaciones que no arrancan, bodegas que se cierran (unas 120 en los últimos 5 años). ¿Volverá a cambiar la arquitectura de la provincia? ¿Qué otros cambios traerá aparejado? Lo sabremos en 50 años.
Hasta la semana que viene. Salud!
Fran