La nota de hoy pretende ser un breve recorrido histórico, a través de los 500 años que el cultivo de la vid lleva en nuestro continente, y geográfico (considerando todas las Américas). Componentes históricos, culturales, climáticos y económicos son los que hoy han perfilado lo que conocemos como un continente con un gran productividad vitivinícola. Un breve pantallazo de lo ocurrido en la Argentina ya salió en una nota anterior.
Si uno mira el planisferio vitícola encontrará que las grandes zonas productoras del mundo se encuentran entre los 25 y 45 ° de latitud en ambos hemisferios, y no es una coincidencia, ya que hay razones biológicas para ello. La planta es originaria de zonas templadas, es decir, con las 4 estaciones del año bien marcadas, lo que justamente ocurre en las latitudes mencionadas. A menores latitudes, más cerca del Ecuador, el cultivo se transforma una planta «siempre verde», da peor calidad de uva y vive menos años. A mayores latitudes, más cerca de los polos, las temperaturas son muy bajas todo el año, la uva no madura y los inviernos se convierten en letales. Dicho esto, ya se puede instituir por qué no hay uva en todos los países. Hoy en día ciertas practicas modernas permiten sobrellevar este tipo de complicaciones del clima, por lo que se está expandiendo la frontera vitícola, pero por supuesto con mayores costos de producción.
Ya presentado el componente geográfico-biológico vamos a tratar, otro que es recurrente en mis notas y tiene que ver con el componente histórico.
La vid llegó con los barcos europeos de la mano de la religión católica. La conquista territorial de América estuvo acompañada por una conquista cultural-religiosa como sucedió anteriormente con las famosas Cruzadas en Europa. ¿Y que tiene que ver la religión en un relato relacionado al vino? Bueno, un montón, por que el eje de la liturgia de esta religión pasa por el pan y el vino (cuerpo y sangre de Cristo) por lo que esta bebida era imprescindible si se quería expandir la religión. Así que había dos caminos: o se importaba vino desde Europa para después distribuirlo en la nueva colonia, o se producía «in situ». Si bien se hicieron las dos cosas, el rey Carlos V ordenó que cada navío que se dirigiese a América llevase vides. Así en cada camino que surcó el español fue dejando los «barbechos» (estacas de vid que después largan raíces para ser plantados) o las semillas.
Si bien se cita que los primeros barcos españoles llegaron a costas Bahamas no hay registros de una industria vínica allí. Sin embargo, Hernán Cortés al llegar a México y conquistarlo (por 1520 aprox) logró que los misioneros católicos se hicieran cargo del cultivo de las vides. Así, por cerca del 1570 se establece la Misión Jesuítica llamada de Santa María de las Parras. Pero por cuestiones bélicas con los pueblos originarios de la región, recién se empezó a producir vino y brandy en lo que hoy se conoce como Bodega Casa Madero en 1597 (que para sorpresa de muchos está en actividad hoy en día). Las condiciones agroclimáticas aptas para la vid del norte de México llamaron la atención jesuitas por lo que comenzó la expansión del cultivo. De hecho hoy reconocemos a California como la mayor región productora de uva del continente, sin embargo este sitio perteneció al territorio mexicano hasta el año 1848.
Pero América del sur también tuvo sus conquistadores y, por lo tanto, sus viñas. Tal como pasó en el otro hemisferio, los españoles venían con sus barbechos y semillas de vid, como quien dice, bajo el brazo. El que lideró la conquista del Imperio Inca fue Francisco Pizarro, que estableció los primeros viñedos del continente sudamericano en territorio peruano. De allí, en un abrir y cerrar de ojos, la vid llegó al país vecino de Bolivia. En ambos países además de la producción de vino se difundió ampliamente la producción de destilados que les permitía mantener al «espíritu del vino» (obviamente se referían al alcohol) imperturbable a través del tiempo. Así es que hoy en día están fuertemente arraigados a la cultura la producción de Pisco y Singani (ambos son destilados de vino) en estos países respectivamente. Solo era cuestión de tiempo que la uva llegara a Chile ya que la conquista española seguía hacia el sur . Hoy en día podemos encontrar viñedos en una amplísima extensión del territorio chileno (desde la cuarta a la séptima región) por lo que también el cultivo atraviesa distintas latitudes lo que brinda la posibilidad de cultivar distintas uvas y a los enólogos «jugar» con los distintos terroir. Chile también experimentó con los destilados y la producción de Pisco, que será tema de otra columna.
Y por supuesto de los valles chilenos la uva pasó hacia la región de cuyo (Mendoza y San Juan) en Argentina. Pero casi en paralelo (considerando los tiempos de la historia) con el correr del siglo XVI las misiones jesuíticas fueron copando el resto del territorio argentino y con ello la vid se fue difundiendo en las distintas latitudes. Un ejemplo de ello es la Estancia de Jesús María (1618) en el mediterráneo del país donde hoy todavía se conserva la antigua bodega. El muchas de las misiones además de vino, también de producía aguardiente. Por supuesto que en este proceso expansivo no se quedó afuera la Banda Oriental, o lo que hoy conocemos como el Uruguay.
Pero hasta este punto de la historia, todavía no se conformaba el cuadro completo de la viticultura americana, ya que todavía no habían sucedido las grandes inmigraciones de italianos, españoles y franceses de mediados del 1800, y que siguieron sucediendo hasta las grandes guerras europeas del siglo XX. Los inmigrantes llegaban a las tierras americanas con su oficio «en la espalda», así muchos viticultores no hicieron más que bajarse del barco para ponerse a armar su viñedo. Especialmente los italiano, además de vino se dedicaron a producir grapa que es un aguardiente producida a partir del vino que queda en el orujo. Surgieron viñedos en lugares que hasta el momento no contaban con el cultivo como por ejemplo en Bento Goncalvez en el sur de Brasil.
Pero si es remarcable para decir, es que los inmigrantes, originarios de países con muchísima más tradición de producción y consumo de vino que lo que había hasta el momento en América, dieron un vuelco en la industria acentuando las cuestiones comerciales. Desde 1850 en adelante se empiezan a formar los polos de producción que hoy conocemos. Esto pasó en Mendoza (Argentina) o en Canelones en el (sur de Uruguay) solo por poner un par de ejemplos.
¿Cómo hacer un paralelismo histórico en un terreno tan grande? Poco he comentado de la evolución del cultivo en el norte. Le prometo que en la parte 2 de esta nota vamos a tratar la evolución de la vitivinicultura norteamericana que tuvo un crecimiento enorme en estos últimos 500 años y que hoy tiene a un representante, EEUU, como 4° productor de uvas del mundo.
Salud! Hasta la próxima nota.
3 comentarios sobre “¿Y en América, el vino donde está? Un recorrido más amplio por la historia y la geografía. Parte 1.”